Tuesday, May 23, 2006

UN HOMBRE DE LA IGLESIA Y DEL EVANGELIO

«Los especialistas del Vaticano han determinado recientemente que la actuación de Romero estuvo apegada a la doctrina sólida y tradicional de la iglesia católica. Los escritos y las homilías fueron analizados durante diez años por la Congregación para la Doctrina de la Fe.» Así lo reportó EL DIARIO DE HOY el 22 de marzo 2005, uno de los periódicos salvadoreños más conservadores, y uno que había criticado mucho al arzobispo en vida.

Según varias fuentes de la Iglesia, la comisión de teologos del Vaticano dictaminó despues de haber estudiado minuciosamente más de 3.000 páginas de escritos, sermones, discursos, archivos, documentos, cartas, editoriales, y demás papeles de Romero, que fue «un hombre de la Iglesia, del evangelio y de los pobres.» Como lo reportó el DIARIO DE HOY en aquel marzo del 25 aniversario del martirio de Mons. Romero, «las homilías del fallecido arzobispo, a quien algunos consideran un personaje emblemático de la historia contemporánea del país, fueron considerados incendiarios en su tiempo, sobre todo por los componentes de denuncia, que fueron rechazados por un sector y manipulados por otro.»

Sin embargo, la comisión de expertos consideró su prédica ortodoxa y apegada a la linea de la doctrina de la Iglesia. Todos los llamamientos que hizo Romero desde el púlpito están respaldados con enseñanzas análogas en la doctrina social de la Iglesia, empezando con el famoso sermón del 23 de marzo de 1980, que muchos consideran como el hecho que motivó el asesinato de Romero el día siguiente. En su homilía, Romero hizo un «llamamiento de manera especial a los hombres del Ejército -- que ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios.» Romero explicó su instrucción argumentando que, «Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla.» El siguiente día trás el asesinato, algunos oficiales militares comentaron que Romero había cometido «un crímen» por estar instando a los soldados a desobedecer las ordenes de sus superiores, o sea cometer la insubordinación. Sin embargo, quince años antes, el papa Juan XXIII había dictaminado en su encíclica PACEM IN TERRIS, de que «si los gobernantes promulgan una ley o dictan una disposición cualquiera contraria a ese orden espiritual y, por consiguiente, opuesta a la voluntad de Dios, en tal caso ni la ley promulgada ni la disposición dictada pueden obligar en conciencia al ciudadano, ya que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.» En este caso, la LEY DE DIOS que Romero citaba era el Quinto Mandamiento: «ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la Ley de Dios que dice: no matarás.»

Toda la prédica de Mons. Romero referente a la situación socio-económica que imperaba en El Salvador en su tiempo estaba apegada a las enseñanzas de la Iglesia. Estas han sido solemnizadas en el Catecismo de la Iglesia Católica, recopilado bajo la dirección del entonces Cardenal Joseph Ratzinger, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que es ahora el papa Benedicto XVI. En varias instancias, las palabras de Romero eran fieles hasta en los más pequeños detalles. Por ejemplo, en el mismo sermón del 23 de marzo, Romero suplicó «en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos.» El Catecismo de la Iglesia dice que la injusticia social es uno de los «pecados que claman al cielo». Inciso 1867.

Este tema de la injusticia social como un pecado que prevalece en la realidad nacional había sido tocado tambien en la conferencia episcopal de los obispos latinoamericanos en Medellín, que culminó con un escrito en que los obispos del continente declaran que existe una «miseria que margina a grandes grupos humanos» y que «esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo.» Documento Final de la Conferencia Episcopal de Medellín. Tanto la carta de los obispos, desde una conferencia cuyos estudios estaban autorizados por el Concilio Vaticano Segundo, y aprobados por el Papa Pablo VI, como la prédica de Romero, encajan con la doctrina social aprobada por la Congregación para la Doctrina de la Fe en el Catecismo de la Iglesia. Por ejemplo, Mons. Romero denunciaba la brecha entre los pobres y los ricos; un hecho criticado también por el Catecismo, incisos 2443-2445. De hecho, el Catecismo nos habla de «desigualdades escandalósas.» Inciso 1938. Mons. Romero decía que es pecaminoso estar dedicados al poder y las riquezas y querer excluir a otros de manera egoista. Lo mismo dice el Catecismo en su inciso 2445. Igual a Mons. Romero, la iglesia tambien apoya un sueldo digno y justo. Inci. 2428-2429, 2434. Tambien como Romero, la iglesia apoya los derechos de sindicalismo y organización popular, como tambien el derecho de estar en huelga. Inci. 2435.

Estos eran los dos extremos de la prédica de Mons. Romero: condenar atrocidades cometidas por el ejército, y denunciar la injusticia social que imperaba en el país. Ambos ramos de su proyecto pastoral estaban abastecidos en la doctrina cristiana de la Iglesia, y la Congregación para la Doctrina de la Fe pudo haber comprobado todo esto facilmente al comparar la prédica de Romero con la linea doctrinal del Catecismo y otros documentos eclesiales. Pero, la biblioteca privada de Mons. Romero tambien fue útil para evaluar desde donde se alimentaba espiritualmente. Resulta que un 60% del material de estudio de Romero consistía de literatura sobre la vida mística y sobre la santidad. Hay bastantes obras sobre la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús entre los libros que conservaba en su casa durante el periodo en que era arzobispo (devoción que el Papa Benedicto exhortó a los Jesuitas renovar esta semana). Un 25% de los libros son obras de espiritualidad, de la doctrina, y de las enseñanzas de los papas. Algunas obras sobre la teología de la liberación obsequiadas al arzobispo por sus autores aún conservaban sus sellos plásticos y presentaban señas de poco uso, mientras que otros autores modernos pero ortodóxos le llamaban más la atención, por ejemplo el Cardenal Eduardo Pironio. Los expertos del Vaticano comprendieron que desde esta base doctrinal, la prédica de Mons. Romero chocaba con una realidad nacional pésima y opresiva, lo cual lo llevaba a denunciar la realidad desde la perspectiva profética y evangélica de la doctrina de la Iglesia.

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