Saturday, April 23, 2016

Pacíficos pero no pacifistas: Romero y la ‘Guerra Justa’


 
BEATIFICACIÓN DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015
 
Créditos: Mike Goldwater, Robert Lentz
 
Cuando el Papa Francisco considere las llamadas para acabar con la doctrina de la “guerra justa”—o sea, las condiciones bajo cuales la guerra puede estar justificada según la tradición cristiana—debería considerar la formulación del Beato Oscar Romero. Frente a los diferentes tipos de violencia en El Salvador de los 1970, Romero logra un equilibrio entre el deber de oponerse a los abusos y la ley de la no violencia. Un cristiano debe ser “pacífico”, dice; pero no tiene por qué ser “pacifista”. En las palabras de Romero (adoptadas de la Conferencia Episcopal Latino-americana), “es capaz de combatir, pero prefiere la paz a la guerra”. [Ver También: El Próximo Sínodo.]

El teorema de Romero acepta la tradición de San Agustín y Santo Tomás de Aquino en su totalidad, pero la utiliza como banda de frenado para detener la gira hacia la guerra, y pone de relieve aquellos requisitos que exigen el cultivo de un espíritu de no violencia.
Capaz de combatir

En primer lugar, Romero reconoce la preocupación planteada por el Papa Francisco en agosto de 2014, cuando dijo que “cuando hay una agresión injusta, sólo puedo decir que es lícito detener al agresor injusto”. En ese sentido, Romero admite que “Todo hombre tiene un potencial de sana agresividad”. Reconoce que tal cosa es algo con que “la naturaleza lo ha dotado para superar los obstáculos de la vida. El valor, la audacia, el no tener miedo a los riesgos”, dice Romero, “son virtudes y valores notables de nuestro pueblo”. (Tercera Carta Pastoral.) En ese sentido, Romero parece coincidir con el Teólogo de la Liberación español-salvadoreño Ignacio Ellacuría, SJ, quien dijo que la agresividad “es sin duda un valor positivo y necesario”, a pesar de que podría ser desfigurada hacia fines diabólicos.
Prefiere la paz

Pero a pesar de esa asignación teórica, “Monseñor Romero quiere estrujar hasta la última gota la esperanza de una salida no violenta a la problemática social, económica, y política de El Salvador”, escribe el P. Thomas Greenan, que ha estudiado la predicación de Romero. “Mantiene que mientras haya la menor posibilidad de diálogo no conviene hacer guerra”. (Greenan, El Pensamiento Teológico-Pastoral en las Homilías de Monseñor Romero, Las Comillas, Madrid, 228, en línea AQUÍ).
Por tanto, Romero se desvincula de determinadas ramas de la Teología de la Liberación y está de acuerdo con el Cardenal Ratzinger, cuando advierte en su Instrucción de 1986 que “en el recurso sistemático a la violencia presentada como vía necesaria para la liberación, hay que denunciar una ilusión destructora que abre el camino a nuevas servidumbres”. (A Romero le gustaba citar a Pablo VI, que había advertido de manera similar que “los cambios bruscos o violentos de las estructuras serían falaces, ineficaces en sí mismos, y no conformes ciertamente a la dignidad del pueblo”.)
Consiguientemente, cuando las Brigadas Rojas italianas secuestraron y asesinaron al ex primer ministro Aldo Moro, Romero advirtió a sus compatriotas que “la violencia no se puede justificar, siempre es inútil, siempre hace mucho mal” (compárese Ratzinger, arriba). Explicó que “sí es cierto que en la moral católica hay situaciones de guerra justas, pero es cuando se han agotado todos los medios razonables, pacíficos” (Homilía del 21 de mayo de 1978). Fue aún más explícito cuando sentenció definitivamente: “no es esta una hora de guerrilleros. Hoy la guerrilla y todo aquello que siembra violencia, clandestinidad, está fuera de puesto cuando se le está llamando al diálogo abierto” (Hom. 11 nov. 1979).
La no violencia

La reafirmación de la doctrina de la guerra justa de Romero se expone en sus dos últimas cartas pastorales. En su Tercera Carta Pastoral, Romero postula la doctrina como prueba de que “La Iglesia prefiere el dinamismo constructivo de la no violencia”. Aquí utiliza los elementos de la doctrina como el criterio para calificar a los diferentes tipos de violencia de su época de inmorales y deplorables. Recordemos aquí su frase inolvidable: “Jamás hemos predicado violencia; solamente la violencia del amor” (Hom. 27 nov. 1977).
En su Cuarta Carta Pastoral, Romero admite que las instancias modernas en que la guerra se justifica serían pocas e inauditas. “Por la experiencia de la historia, sabemos qué cruel y doloroso es el precio de la sangre y qué difícil de reparar son los daños sociales y económicos de la guerra”, escribe. “Es oportuno recordar la célebre frase del Papa Pío XII ante la conflagración de la guerra: ‘nada se pierde con la paz, todo se puede perder con la guerra’.”
Algunos de los que dicen que la doctrina de la “guerra justa” es obsoleta argumentan que la Iglesia debería tener en su lugar una doctrina de la “paz justa”. El Beato Romero podría responder que ya la tiene.

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